sábado, 21 de agosto de 2010

FUERTEVENTURA. 17 de Agosto

La playa de la mañana, si consigues que el viento no te llene de arena la boca, es un paraíso. Porque el sol te dora el alma, y la lectura te la apacigua, porque el sol te calienta y el agua apaga sus humos. Fue la mañana de terminar a Herzog, de terminar esa “conquista de lo inútil”, de la que estaba loco por empezar a hablar, y que me ha dado la alegria de los días. Después, materia para el apéndice, las croquetas de pescado, el salpicón, y las lapas, de cuerpo duro y carnoso, que no hacen las delicias de Cris y Juanjo, aunque sí las mías. Y luego las “papas arrugás”, claro. A media tarde nos colgamos del acantilado, que va desde la playa del águila a la playa del Esquizo, con la fortuna de esa luz que lo llena todo, pero que, como todas las cosas, también desaparece…

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