jueves, 22 de septiembre de 2011

LA ANTIPAELLA



Esta es una tapa basada en una que probé en un restaurante de Santiago, O Curro da Parra. La tapa en cuestión se llama “Bloody Mary made in Galicia”, y ha ganado el premio de tapas en Santiago 2011. La mía mantiene la idea de aquella de la salsa de tomate, e incluye materiales de la paella, pero va como sigue:
 Para seis raciones. 
 Se hierven 8 tomates hasta que se rompe la piel. Se sacan, se enfrían, se pelan, y, troceados, se echan en una olla con un sofrito anterior de cebolleta picadita en juliana. Después se añade una manzana picada y se cocina todo aproximadamente una hora, hasta que el tomate está hecho. Después se pasa por la batidora. Se ajusta el punto de sal y se puede añadir aceite al gusto.
 Aparte se hierven un cuarto de kilo de judías verdes y cuando estén cocinadas se pica muy fino y se reserva. Se hace igual con el pollo: se hierven dos cuartos traseros de pollo, aproximadamente media hora. Cuando está hecho, se le saca la carne en hebras y se reserva.  Después se cocina una guindilla seca. Cuando está blanda, se saca y se reserva con el caldo de la cocción. Se deja enfriar y se mantiene siempre sobre su caldo.

 Para la tapa se echa en un cuenco de caldo un fondo generoso de judía verde, una segunda capa, también generosa,  de pollo. Después se cubre todo con la salsa de tomate, se añade una cucharita del caldo de la guindilla y ¡¡un chorrito de Cointreau!!
  Probad, merece la pena.
  

domingo, 18 de septiembre de 2011

MADRID

 He empezado a revivir el Camino a través de las imágenes. A los textos, les he empezado a poner imágenes. Si queréis, en los próximos días podreis ir viendo algunas de las fotos de este Camino...

SANTIAGO DE COMPOSTELA - MADRID

  El último día de Santiago fue un regalo. Como un extraño y maravilloso goteo, después de recoger a Andrea por la puerta de Platerías, esa que llamaban en verdad la Puerta del Perdón, la de la cara Sur, porque los peregrinos verdaderos, esos que venían por la parte Norte, sobre todo por el Camino francés, solían entrar por la llamada Puerta del Paraíso, metáfora del encuentro con la Catedral y con el Apóstol. Pero el Paraíso es duro, y sólo los que habían tenido una vida, vamos a llamar "elegante", salían por la otra, ya perdonados. De ahí su nombre; Puerta del Perdón, que da a la Quintanilla dos Mortos, curiosamente, aunque esa ya es otra historia. Recogí a Andrea y volvimos a la Plaza, donde llegaban muchos de los de "mi tramo". Llegó el segundo Martin, y allí estaba la linda y rubia, sonriente y enrojecida Lara, feliz, victoriosa. La alcé en hombros. Es la más linda sonrisa del Camino. Después llegó Ninette, por fin y quizá para siempre con Erich. Después fuimos a comer al sitio de las croquetas. Y allí, lo increíble: David y Paula, mis pacientes, los padres de David de Prado, como si nos esperaran!! Se tomaron un Godello con nosotros, nos hablaron del Camino con sabiduría, y nos dejaron comiendo. Después, subimos a las cubiertas de la Catedral, comprendiéndola por fin; a ella, y a la ciudad. Una ciudad construida en torno a una reliquia, enriquecida por una peregrinación. Crecida desde la piedra. Y luego,  las mitologías, las metáforas, las alegorías, la evolución de un estilo, a medias entre románico y gótico; único, maravillosamente verdadero. Y luego ese altar barroco, ¿cómo se llama, badoquino? sujeto por esos ángeles gigantes... Después el abrazo al apóstol y después la última entrevista, a una Lara radiante, con un fondo insuperable; la Catedral, toda la plaza. Un fin perfecto con alguien significativo. Después vino "la última cena", con Andrea. Un aperitivo de pan de gamba con crema de manzana y micuit de paté de rape, un sashimi de jurel con huevas de trucha, caballa y sardinha, un choco con crema de perejil y papa arrugá con mojo picón con polvo de tinta, unos berberechos con verdinha y bacalao, una sardinha de San Juan, un bonito con nueces de macadamia y frambuesas, un carpaccio de vaca vieja con risotto de la tierra, y dos postres; un jardín de frutas y una tarta de queso invertida. Os dejo las fotos para que veais lo que se merece un peregrino, después de más de novecientos kilómetros. Preferible al perdón eterno. Al día siguiente desayuné Tarta de Santiago. Me despedí de Obradoiro, de Lara y de Andrea, y me cogí un tren que sin pena ni gloria me trajo a Madrid. 

 Aquí me esperaba Patricia para ofrecerme el último gran regalo, para mostrarme que en cada paso , estés donde estés, es posible convertirlo todo en belleza. Con esa capacidad con la que convierte la cotidianeidad en Arte, dijo: "Este viaje no puede acabar de otra manera. Vamos andando a tu casa". Así llegué a casa. A pie.

jueves, 15 de septiembre de 2011

MUXÍA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

 A las 6:45 de la mañana de hoy, en Muxía, cogí un bus en dirección a Santiago. Como si de un extraño sueño se tratara, he viajado totalmente dormido hasta la capital compostelana. El autobús, ese invento rueda, por no decir motor, ha roto el encanto. O no, nunca se puede saber. Ayer, por la noche, en el Santuario de Muxía, después de escribir mi última crónica y recoger mi tercer diploma (por el cuál se me libera de mis pecados y creo que se me da bola para cometer nuevos sin recargo por el resto de la eternidad) cené una ensalada templada con vieiras y pulpo flambeado, antes de que me vinieran a recoger en un Mercedes (toma ya, qué cambio)  para llevarme a mi última entrevista de ayer, en una casa rural de los alrededores de Muxía, en casa de un periodista del Correo Gallego que es experto en temas de peregrinaje. Pertenece a la sociedad gallega de amigos del Camino, tiene una casa rural perteneciente a una cosa llamada Bono Jacobeo, y conoce bien los entresijos y muchas de las leyendas de esta criatura vica que va de los confines del mundo hasta este campo de Estrellas. Su mujer y él son un tándem perfecto. Y así es como el documentalismo te abre las puertas de la casa del prójimo. A la pregunta de cuál es la leyenda favorita de ella, contestó que la de la Virgen de la Barca. Estaba Santiago Apóstol seguro de que su predicación no daba resultado, quizá sentado como estábamos ayer, en la piedra que da al mar, viendo la puesta de sol, cuando se le apareció la virgen de la barca: una mujer venida en barca de piedra que le dijo que ya estaba bien, que su predicación había llegado a su fin y que daría sus frutos con el tiempo. Así fue como Santiago volvió a casa, y cómo, muchos años después, pero muchos, su predicación hizo aparecer esta ruta Jacobea. Realmente es un modelo a seguir, especialmente en lo político y en lo social. Es posible que los frutos del 15 M no se vean hasta muy entrados los tiempos, pero llegarán. Recuerdo el día en que Daniel Jiménez me dijo que la igualdad de género se alcanzaría en unos quinientos años. Qué realismo. Hay prisa, en este mundo. He tardado un mes en un trayecto en el que normalmente se tarda diez horas en coche. Creo que ese es el ritmo real de la criatura humana. La entrevista siguió con orujo, y más y más leyendas, intentando encontrar alguna de las claves que hacen entenderse a los hombres. ¿Es el camino en sí una leyenda? ¿Necesitan los humanos de dicha leyenda para entenderse?, ¿acaso son incapaces de hacerlo en un marco de menos ficción? Es posible que sí, que sea una necesidad. En todo caso, qué más da: hay una posibilidad. Dicen que los peregrinos originales venían en busca de la última luz, la que chocaba con el verdadero Finisterre, que era en realidad el Cabo Touriñán, el verdaderamente más al Oeste de los Cabos. Finisterre fue Finisterre por un error romano, pero nos dejaron muchas otras cosas. El Mercurio romano puede que tenga una base etimológica similar a las Mouras que pueblan los caminos gallegos, que junto a los Mouros, son “palabras vivientes”; las que esconden los secretos del mundo, las que lo vivifican. Hay algo en esta Galicia que bebe de la tradición florentina del Anima Mundi; no dejan de nombrar las cosas, los terruños, los cruces, los cabos, los cielos. En Galicia hay vida por cada uno de los rincones. Y en cada Cruceiro una batalla. Dicen que estas criaturas no indican el rumbo, sino que ayudan en la batalla con el Demonio. Cada cruce es una batalla. El Camino de Santiago está lleno de cruces. De St Jean hasta Muxía hay novecientos cincuenta kilómetros llenos de cruces en los que el mal libra una batalla con el bien. Me pregunto si en todos vencerá siempre el bien, y no lo creo, realmente. Pero la aventura merece. Salí de aquella linda casa con un libro de leyendas bajo el brazo. Ser documentalista es querer ser documentalista, sin más. Y cuando uno lo cree, todo viene rodado; todos lo creen. Eso es la Fé. Supongo que es como en cualquier otra cosa. Hoy, ya en Santiago, entrevistaré a los que llegan. Es curioso cómo suceden las cosas. A la casa del periodista llegué de milagro. Ayer, después de ir cayendo y cayendo a cada una de las maravillosas playas, saliéndome del camino, estaba tratando de encontrar el camino de vuelta, pregunté a una mujer; pero era peliagudo, así que me llevó a una de las marcas. Aprovechó para preguntarme que por qué hacía el camino, le dije lo del Documental, llamó al periodista, le puso en contacto conmigo, y así se formó el percal. Del mismo modo, esta mañana, al llegar a Santiago, volví a encontrar a los eslovacos que un día entrevisté camino de Astorga, inmensamente sonrientes, y, en un ratito, iré a la plaza a buscar a los llegadores de mi tramo. De seguro, entrevistaré a Andrea.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

FISTERRA - MUXÍA

  
  A partir de aquí, está decidido: no daré un paso más... de momento. Como decía Janko, el suizo, esta mañana, viéndome no querer irme de Fisterra: "es difícil irse de un lugar así". Y es cierto; ambos nos quedamos sin querer salir. Yo, desayunando y paseando por la playa, antes de salir hacia Muxía. Luego, las tentaciones;a cada una de las playas que me llamaba la escuchaba. Me salía del camino, me descalzaba, y daba caricia fría a los pies. Así hasta Lires, en donde ya estaba demasiado fuera del Camino. Por suerte, y esa es parte de la magia del camino, una mujer me llevó hasta él, motorizado, y, de paso, me puso en contacto con un periodista especialista en cosas jacobeas, que me ha invitado a entrevistarle, a él y a su mujer, después de acercarme al Santuario y cenar. Una vez hecho esto, dormiré. Después, volveré a Santiago, a por mis últimas entrevistas. Después, me iré a Madrid. A todos los que me seguisteis, mil gracias por alimentar las palabras. Si a alguno ya le pica la curiosidad, que no lo piense, que coja la mochila y se dirija a St Jean...
 ¡¡buen camino a todos!!

martes, 13 de septiembre de 2011

ALVEIROA-FINISTERRE


  Estoy en el fin del mundo. En mi última entrevista descubrí algo. Era un gallego de pura cepa. ¿Hay algo mágico en Finisterre?, le pregunté. "Nada de mágico, lo único que ha habido en Finisterre ha sido hambre. Es todo un cuento". Y es cierto, es un cuento, un cuento como la Odisea, como la Utopía de Moro, como los Viajes de Gulliver, como El espacio del Señor de los Anillos, como el de Alicia al otro lado del espejo. Un espacio mítico es también Finisterre; y una maravilla necesaria poder vivir en él. La llegada a Finisterre es mucho mejor que una alfombra roja; es una inmensa playa por la que los ya castigados pies parecen caminar sobre algodones. Terreno blando, terreno fresco. Todo como preparado para la catársis final, que esta vez si sucede: este es definitvamente mi Dios, un Dios pagano, que retumba silencioso, infinito, que es a la vez cuna y madre, potencia de vida y cobijo para una infinita cantidad de criaturas de agua. Sin trucos ni venganzas. Una inmensa potencia creativa, un gardián del silencio. Como el sol, es el mar nuestro Dios, como los campos de Castilla, como el bosque, como el verde, como la lluvia, el mar es nuestro Dios. Si algo te da el caminar es el contacto con el ritmo del día, con un amanecer y un atardecer verdadero.Los únicos que han tenido ese contacto han sido los esclavos del campo. Mi abuelo trabajaba de sol a sol, seguro vió amaneceres y los naranjas del atardecer, pero debió sufrirlos más que contemplarlos. El paraíso de los desheredados. La belleza de este lugar es de ensueño. Si te quedan fuerzas, puedes entrar en el faro por la parte de atrás, después de atravesar el monte, subir hasta el puerto, y bajar por la otra cara, mientras va bajando el sol. Después, una inmensa y casi insoportable subida te pone de cara al faro, y ya sólo tienes que dejarte caer. Allí, el sol desaparece. Y con él, el viaje llega al final, Mañana andaré hacia Muxía para hacer un conjuro secreto. Pero el fin de la tierra ya está aquí, y el homenaje tras más de novecientos kilómetros ha sido inolvidable: Zamburiñas, almejas, lubina, y tarta de queso. Y Ribeyro del bueno para acompañar. Menos el queso, todo salido de este mar que lo es todo, y más allá del que no hay nada...

lunes, 12 de septiembre de 2011

NEGREIRA - ALVEIROA . La Graduación del Peregrino

 Graduarse como Peregrino es vivir Galicia. Vivir Galicia es someterse a la realidad natural: la lluvia. Esta mañana, como siempre a destiempo, me desperté cuando todos se habían ido. Después eché a andar bajo la lluvia. Lluvia verdadera, no ese Orbaio del que hablaba ayer. Durante dos horas empapé la capa y me dispuse realmente a seguir. Me dije: hoy es tu Graduación como Peregrino. Pero las vigilias, las oraciones, mi buen hacer cristiano de los últimos días han llamado al Apóstol, y este, sobre las diez, me levantó el castigo y fue convirtiendo el espacio gris en un espacio azul, ya iluminado por un sol real, el de la tarde. El valle cerrado de robles de la mañana se convirtió en un mundo de prados en el que, de alguna forma, la imaginación intuye ya el mar. Pasé buena parte del día caminando con Marco, el italiano, hablando de Caminos y miedos y poderes, de una forma muy curiosa: él en italiano, yo en castellano. Me recordó a cuando Agnieszka y Galina hablaban una en polaco y otra en ruso. Lo sorprendente es el entendimiento. Por primera vez entiendo casi todo lo que dice un italiano. Me atrevería decir que al 90%. Hay algo en eso que es también clave para el Documental. La metáfora del Dios castigador de los judíos es Babel. Les manda la lengua para condenarlos a no entenderse. Sin embargo, hay una paradoja: en esta Torre de Babel jacobea, el entendimiento es total. Se produce desde el corazón, creo, pero facilita la lengua, la comprensión de la lengua. En la ruta jacobea es más fácil entender italiano. En mi última entrevista en holandés, también entendí casi todo. ¿Cómo es posible?, me pregunto. Pero lo es. Las diferencias de edad, las diferencias culturales, ideólogicas o lingüísticas, por no hablar de las de la creencias, no deben ser un problema para el entendimiento de los hombres, sino más al contrario, una ventaja para su enriquecimiento.
  Casi viendo el mar, pienso en la Fé, y, cómo no, en la neurociencia. De eso también quiero hablar en el Documental. El placebo es la potencia curativa más fuerte. Su base está en la creencia. Miles de estudios lo demuestran. Mucha gente ha sido capaz de transformar sus vidas, o simplementes de vivirlas, basándose en su Fé. Sea esta en un Dios cristiano o en un Camino de Santiago pretendido como transformador, para nosotros es igual. La creencia, la fé, es la que produce los cambios neurológicos suficientes para el cambio. Por supuesto no el Apóstol, ni desde luego ningún Papa. Posiblemente ningún Dios. Pero qué más dá. Lo importante es que haya algo en lo que creer lo suficiente para vivir, o para cambiar. Quizá esta noche Nadal tenga la suficiente fé para acabar con el monstruo de Djokovic. Esa es la realidad; esa y que mañana, Dios mediante, avistaré el Oceáno.

domingo, 11 de septiembre de 2011

SANTIAGO - NEGREIRA


 Hoy me acordé de Cela. Son cosas que uno tiene que admitirse a sí mismo. Esos deslices. Pedro de Mezouzo(?), que dirigía el cotarro religioso de esta zona en el siglo XIV, y del que se piensa que fue el autor del texto del Salve regina (según nos dijo ayer el cura de la Catedral, en la Vigilia), tenía algo en común con Camilo: ambos vivieron en Iria Flavia. Pero, aunque quizá en eso me traicionó la memoria, durante todo el día de hoy recordé el principio de una novela que para mi fue enorme hasta que la intenté leer por segunda vez: "Mazurca para dos muertos". Aquel comienzo, aquella borrada línea del horizonte del orbaio continuo, es lo que nos dejó hoy esta verdadera Galicia. Y bajo ese Orbaio continuo fui saliendo de Santiago, con visiones de la Catedral entre el hinojo que lo cubre todo, y el roble, y ese eucalipto que no nos muestra más que la estupidez y la prisa humana por dejar la tierra yerma. El espíritu original del Camino volvió, y pude entrevistar a tres americanos, a dos checas, y a un italiano. Creo que en un rato podré entrevistar a una pianista alemana de Hamburgo. Hay también una sudafricana a la que posiblemente engañe. En todo caso, no estoy seguro de que el tema dé para más. En busca del secreto de la comunión de la que hablaba en la entrada anterior, quedan más dudas que certezas. Veremos. Al final, saliendo tarde de Obradoiro despidiéndome de los que llegaban; Paolo, Steffano, Manuel Pena, la chica de Albacete...me sentí de nuevo como si paseara tranquilamente, como el Rousseau de "Les revèries...", despreocupado definitivamente de los grandes asuntos ilustrados, para caminar tranquilamente hacia el mar. Me pregunto si no será esa la verdadera luz; el caminar tranquilamente. Me pregunto si no será ese el mejor y más auténtico libro de Rousseau...

SALCEDA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

 Me pregunto cómo será el Camino del cielo, cómo se llegará a él. Y me imagino una traza de baldosas amarillas como las del Mago de Oz, o quizá el trayecto de la savia por el que cayó la primera Alicia. Pero es, en todo caso, pura imaginación. Mi llegada a Santiago la había imaginado una y mil veces, pero me equivoqué por completo. No conté con la mayoría de los detalles: una cierta prisa por llegar a la misa de doce, ni la oscuridad de las cinco y media de la mañana, que me hizo perderme por un camino asfaltado en el que por suerte encontré una casa con luz ( Esa luz me hizo atreverme a llamar, y aquel chico medio dormido (eran las 6:30, lo lógico hubiera sido que me hubiera mandado "al caralho", como mínimo) me indicó amablemente el camino de vuelta.). No conté tampoco con la lluvia de la mañana, ese "orbaio" redoblado de la verdadera Galicia. Y tampoco conté ni con la niebla que me privó de la vista de Santiago desde el Monte de Gozo, en donde una espantosa escultura gigante recuerda a otro espanto de la cristiandad: al papa Wojtyla. Pero, sobre todo, no conté con la cantidad de gente que había en la Plaza de Obradoiro, no conté con el ruido, con los gritos, con el cuchicheo insoportable en el interior de la Catedral. Así que las lágrimas de la imaginación se convirtieron en un inmenso deseo de irme de allí. Luego vino la Misa, en la que ensayamos los cantos con una monja antes de empezar, y en donde hubo una especie de moderación, bajo aquel altar maravilloso e irrepetible entre los altares de los templos de Dios. Como me decía Paolo esta mañana, en la misma plaza, cuando yo ya marchaba hacia Fisterra "no siento ningún tipo de emoción". Pero el Camino te deja también sorpresas así. En Jenufa, como bien contaba Kundera, cuando Jenufa se entera de que su hijo ha muerto, simplemente pregunta: "¿De modo que ha muerto?" Janacek, en la partitura original (estropeada durante años creo recordar por los arreglos de Rimsky) escribe tres notas blandas, algo sin grandeza. Así es la emoción al llegar a Santiago. En una de las entrevistas de hoy, un italiano me contaba que no esperaba nada de su llegada a Santiago, que su destino era Fisterra, y que, sin embargo, cuando vió los pináculos de la Catedral se le pusieron los pelos de punta. Así somos, irrepetibles. Pero aún así, volví por la noche. Me senté en la Plaza y vi pasar el tiempo. Después, fui a la Vigilia. Como un católico puro, leí en alta voz el Comienzo del Apocalípsis de Juan frente al Pórtico de la Gloria, fui rociado de agua bendita (ay, Dios), caminé bajo un Credo hasta el Altar, me senté sobre la tarima del Altar que cubre al Apóstol, a cincuenta centímetros de la Orfebrería, pasé con los demás a escuchar el Salve regina (y su historia) en la maravillosa Capilla de Pilar, y bajé a la Cripta del Apóstol. De todas esas rutinas cristianas, el Camino me deja en general un buen sabor; muchos de los que están al semifrente del catolicismo tienen un concepto de Dios abierto y libre, en el que mi concepto divino ( la luz de esos maravillosos atardeceres )encaja perfectamente. Sus rutinas de expresión, comunicación, compartimientos y fés no nos muestran más que el sentido común de la palabra. Y en ese encajamos todos. Ante concepto duro de un Dios único, concreto, casi histórico, mi ateísmo se hace infinito, infranqueable. Pero es aconsejable participar de las rutinas con las que no comulgamos, casi como método. Cualquier creencia es terrible cuando empieza uno a pensarla como cierta. Después me fui a tapear, junto al mercado de abastos. Y no quiero hablar de eso para que nadie se muera de envidia. Poco a poco la ciudad recuperó la calma y se convirtió en un regalo. Pero se hizo de noche y Finisterre es el verdadero fin de esta travesía de la luz. Ante Santiago, sin embargo, puedo decir ya que hay algo común, capaz de unir a los hombres a pesar de su diversidad de cualquier tipo. Y ese algo en común, capaz de mover a toda esta gente hacia un destino único, es lo que es necesario encontrar.

viernes, 9 de septiembre de 2011

MELIDE - SALCEDA (sesión de tarde de Hospital de la Cruz - Salceda)

 Y así, tal como lo pintaba, continuó el día. En Melide obvié casa Ezequiel y compré pilas para el frontal, con muy buen criterio... Después me dejé caer, subiendo, por un bosque de Robles, una maravilla, mientras un sol frontal caía picando al cielo. Antes de Arzúa un Locus Amoenus, con río y todo, me llamó, de lejos. Hice caso omiso a la llamada, mi objetivo estaba en acercarme lo más posible a Santiago. Pasé Arzúa y entonces pregunté por el siguiente albergue. Hice bien, porque aunque no llevo guías y no soy como los alemanes, que lo llevan todo planificado, hay cosas que es mejor saber. Eran las 19:15. El siguiente es Sta Irene, está 16 kilómetros. Casi se me cae el alma. pero, investigando, conseguí uno a 11. En Salceda. Atravesé otro bosque hasta que los pìes dijeron basta. Entonces, en medio del bosque, en una casita, pedí queso de Arzúa y vino de Mencía, y la tomé con cuatro gallegos a los que no entendía ni una palabra. El regalo de ir a destiempo. Jamás en tiempos y en horas de peregrinos es posible algo así. había un hombre que no sabía que edad tenía su mujer cuando murió. La camarera, joven, se reía, pero lo hacía con una linda compasión. Dijeron que todo se pasaría en madrid cuando gobernara Rajoy. Después me explicaron que era en broma, y acabaron explicandome que allí todo era PP, pero que, por suerte, en este momento, no había ni un pepista. Después volví a salir. Casi no había luz. Me puse el frontal, y soñé con Salceda. Cuando llegué, con los pies doloridos después de sabe Dios que cantidad inmensa de kilómetros, sucedió el milagro: el albergue estaba vacío: ¡¡era todo para mí!! Me dijo el regente que era la primera vez que pasaba, que habían fallado ¡¡13 reservas!!. Había doce camas para mi, a elegir. Me duché en el baño de las mujeres, claro, y me pedí un Gin tonic para celebrarlo. Ahora he venido a escribirlo y en un minuto cuidaré de mis pies. Santiago está conmigo. Dios mediante, mañana yo estaré con él.

EL ACEBO - ...... - MELIDE (en varios días)

 Respondo a vuestras llamadas de preocupación, a las llamadas de atención de Pepe sobre este silencio informativo y al lindo mensaje de los que saben escuchar a Mahler, para intentar poner un orden momentáneo al devenir. Estoy en Melide, a 51 kilómetros de Santiago. Mi fé en llegar es ya casi absoluta. A media tarde, después de caminar hoy ya cerca de treinta kilómetros, sé que esta tarde me llevará a la falda de Santiago, para intentar alcanzarla mañana. En estos días, la falta de ordenadores, y el deseo de caminar con la última luz de la tarde me impidieron escribir, pero he de contar los hechos tal como fueron. desde el Acebo, aquel día, descendí hacia Molinaseca por la pendiente de piedras pensando en cómo la disfrutaría si tuviera una bici, pero en todo caso, bajando como una cabrilla hasta Ponferrada, que me horrorizó, quitando el cocido berciano y dos o tres detalles. Después, me tiré hacia Villafranca por entre los viñedos de Mencía y la última luz, la anaranjada, oyendo a un extraño pájaro cantar sólo dos notas, como dos golpes. En Villafranca, por primera vez, no encontré sitio. Decidí sentarme en la plaza con Steffano, a comer un pincho, antes de seguir. Eran las ocho. Saludé a Carl, que vive en Zurich, un tipo de dos metros al que había entrevistado dos días antes, y me dijo: "tengo una habitación doble en un hotel, paga el suplemento y quédate". Así que estas cosas mágicas tiene el camino, siempre hay sitio. Sólo hay que caminar tranquilo y esperar el regalo de St Jakob. Al día siguiente volamos subiendo el Cebreiro, hasta que encontré a Birgit, la danesa con la que había "contratado" ya una entrevista tres días antes. Después todo fue suave, el calor, la subida, Gloria poco antes de llegar a la cima. Y entonces todo fue rápido; un entrevista a Gloria y a un conflictólogo hablando de Dios como armonía con uno mismo y del camino como un negocio de curas, y después, a última hora de la tarde, cuando ya la luz se empurece, solo en pos del Cebreiro, la muerte. La verdadera. A un lado del camino, François se desplomó muerto unos cinco minutos antes de que yo llegará. No le dío tiempo a decir nada. Llegué el primero, y no comprendí cuando su amigo me dijo "Il est mort". Pero tomé pulsos inexistentes y comprobé la lividez del no retorno. Eso es certificar la muerte. Avisé al 112 y me quedé con aquel amigo incapaz de comprender hasta que la guardia civil y la ambulancia vinieron a cometer sus atropellos legales. Pero cuando vinieron no quise ver más, les dí el pesame a los amigos y seguí caminando. El Valle estaba en su esplendor. Me di cuenta de que el sol seguía bajando, embelleciéndolo todo, y decidí seguir caminando hasta que la luz decidiera irse, más como homenaje que como nada más. Arriba soplaba el viento, hacía frío. El sol siguió bajando. Desde arriba, vi el camino que le faltó hasta la cima, pero pude ver todo el valle, el verde, la luz, y no me imaginé una muerte mejor en ningún lugar mejor. Fue un regalo, el final. François quedaba allí, engullido por el monte, mientras su mujer llamaba a un marido que ya no oía. Habíamos oído el teléfono sonar y sonar. Allí estaba la verdadera tragedia. No me detuve en O Cebreiro. Seguí cayendo del otro lado del Valle hasta que la luz se fue. Quedaba una cama en Hospital de la Condesa. Me duché y me fui a dormir. A la mañana siguiente cojo con Steffano la desviación hacia Samos, donde los benedictinos tienen el Monasterio "vivo" más increíble. Decidí quedarme. Allí comprobé varias cosas: una, cómo la arquitectura fue capaz de utilizar la luz para adaptar el Monasterio al Ora, labora, come y bibliotequea. Alucinante. La luz siempre apuntando hacia el lugar en el que uno está a lo largo del día. A veces, la arquitectura nos enamora. Comprobé también, en la misa del Peregrino, que la vieja Iglesia se derrumba. Aquellos monjes vejestorios de cuerpo y alma se quedan solos en unas rutinas y en unas ideas que nadie sigue. Han perdido compañeros, han perdido fieles. Cantan desafinando. Es patético. Sólo una Iglesia con cataratas intelectuales y con todavía poderes económicos puede mantenerse así. Pero no tardará en caer. Está tan alejada del mundo y de la palabra de Jesús que da pena. Descubrí también, a un lado, un árbol centenario y una capilla prerománica formada en dos cajas. La mayor parece abrazar a la pequeña. Es una maternidad arquitectónica, un abrazo de amor. Precioso. Al día siguiente seguí caminando, bajo un calor de muerte, viendo despertarse al bosque de la mañana, viendo despedirse al bosque de la tarde. Atravesé el Minho con miedo a casi 40 grados centigrados y pasé Portomarín en pos de Santiago. Cuando cayó la noche alcancé Hospital de la Cruz, a unos ochenta kilómetros de Santiago. Comí un Pulpo maravilloso, escribí, y me fui a dormir, después de estirar y tratarme el pie, que hoy me ha dado "guerrilla". Pero esta mañana estuve bien, caminé con unos australianos del sureste bastantes kilómetros, y volvía encontrar a Xabier, al que no veía desde Sto Domingo. El paisaje en Galicia es indescriptible, pero en esta parte el camino es otra cosa. La vieja fraternidad ha desaparecido, los peregrinos son otra cosa, y esta senda adquiere un carácter mucho más comercial. Así que seguiré andando con la Luz, que es mucho más real y mucho más pagana que el Santo Compostelana. Quizá mañana alcance Santiago, quién lo puede saber...

 

domingo, 4 de septiembre de 2011

STA CATALINA - EL ACEBO

 Habla Rilke del Abschied casi como si fuera rutina. Despedirse todo el rato. Reencontarse y despedirse.Y así es aquí, en este Camino. Ayer, después de veinte días de caminar en pos de Finisterre, sabe Dios si no en pos de Santiago, al llegar a Sta Catalina, Andrea gritó: "Pablo!!" Hacía veinte días que no la veía, desde aquella bajada al Puente de Zubiri. Para mi era una de las almas sagradas de este Camino, alguien al que de verdad quería volver a ver. Fue como un regalo con la la última luz de la tarde. Suficiente para detener el paso y no intentar llegar a Rabanal. En eso consiste también caminar, en detener el paso donde algo te dice que lo detengas. Cenamos de maravilla antes de empezar una entrevista que de verdad tenía ganas de hacer. Casi cuarenta y cinco minutos dándole vueltas a los secretos de este Camino mientras fuera caía un frío que parecía alemán. Hoy Andrea salió más tarde que nadie. "Soy mala peregrina", me dijo ayer. Sin embargo, la volvimos a ver en Foncebadón, casi de milagro. En Foncebadón nos pusimos como el kiko Ninette, Denisse, Sara y yo a crema de calabaza y estofado de ciervo. Una vergüenza en cuestiones de austeridad. Llevo dos días que sólo hablo alemán, hasta a los españoles les hablo en alemán. Mañana tiraré solo de nuevo, en busca de nuevas víctimas en otros idiomas, para recuperar la cordura. Hoy, en todo caso, conseguí dos entrevistas en alemán, una en finlandés, una en brasilero, y una, maravillosa, en español. Tomás dijo algo lúcido. Que los católicos se han apropiado del camino, pero que no es suyo, que el Camino hace librepensadores, que es lo que necesitamos, y que hay mucho peregrino que no se entera. En fin, en general, la gente habla mal del peregrino, como si fuera alguien que pasa, que corre, que se toma la peregrinación como una carrera o una profesión. Dentro de esa fraternidad, hay una falta de admiración mutua. Ayer conseguí entervistar a dos eslovacos que me hablaron en eslovaco, pero que al final me hablaron de Santiago y de la luz y de estar al lado de Dios. Me gustó la historia. Emocionante. Hay fés que me emocionan. Cuando son verdaderas, honestas. El roble de hoy atrapaba, el enorme valle, la vista final del horizonte, esa Ponferrada que se adivina. Siempre en el bosque, subiendo hacia el Ferro, bajando hasta el Acebo. Fue lindo caminar con Denisse camino de Foncebadón, y con Ninette bajando a duras penas hacia el Acebo. Hay quien lleva los pies que parece un cementerio. No me explico como pueden caminar. En Manjarín encontré secretos inconfesables, en el templo de los Templarios. cada vez creo más que este Camino estaba ya hace tiempo, que siempre estuvo, que fue una simple ruta en pos de una luz, de ese Finisterre que siempre fue. Y, aunque para muchos pasar de santiago no tiene sentido, creo que tengo claro que seguiré hasta el Fin de aquella tierra, para asomarme al fin de sabe Dios que cosa. Mecido por la belleza del valle que hay al otro lado de la Cruz del Ferro, que está vez no me impresionó, y en la que no dejé nada de lo que tuviera que desprenderme (prefiero convertir lo que no me valga en arcilla para modelar), y atrapado por el frío, en un albergue parroquial de nuevo, creo que me voy a ir a dormir y escuchar de nuevo a Mahler. Pienso que hace veinte años estuve con Jaime en Foncebadón y no había nada. Pienso que ahora hay cuatro albergues y tres restaurantes y no sé que pensar. Pero tampoco creo que haya mucho que pensar. Más bien seguir caminando, que dicen que Santiago no está tan lejos como decían... 

sábado, 3 de septiembre de 2011

HOSPITAL DE ÓRBIGO - ASTORGA ...


  Estoy en Astorga descargando las tarjetas en un disco duro que acabo de comprar. Era imposible con el material que tenía, no podía seguir comprando trajetas de 8 gigas, así que aquí estoy. De nuevo, cada mañana, me pregunto si seré capaz de entrevistar y entrevistar, y, sin ambargo, desde aquí, desde Astorga, después de una mañana entre maizales y encinares, ya puedo decir que entrevisté a un argentino, a un suizo alemán, a dos flinlandesas (la primera entrevista en finés), a una dueña de local, a un italiano que se me había resistido desde el Burgo ranero, a dos madrileños que casi me seguían para que les filmara, y al dueño de un lugar llamado la casa de los dioses, donde todo es biológico y gratis; donde prima el amor. Parece un lugar incluso fuera del Camino de Santiago. En Astorga está por llover, la catedral está cerrada, el palacio también, así que me dedico a estirar y a estas cosas informáticas. El teléfono parece haber muerto, y, para esta tarde, el rabanal parece quedar un poco lejos. Empiezo a escribir el guión del Documental, y aprovecho para actualizar las entradas. Me siento fuerte, y eso me da más fuerzas. No tengo problema en andar cuarenta kilómetros al día, podría incluso hacer más. No he llegado a notar cansancio y sigo sin ampollas ni dolores. Así que es posible que esta tarde siga disfrutando de las últimas luces de la tarde, que son en realidad las que más me gustan...
  

LEÓN - HOSPITAL DE ÓRBIGO

 Muy de mañana salimos del Albergue de León hacia la magnífica Catedral. En el pórtico, vemos lo que nos espera en el Infierno. Por nuestras obras, nos meterán en una caldera hirviendo. Es el mensaje del cristianismo, heredado del Yahvé del Anatema; todo amor, todo compasión, todo hermandad. Un poco como Ratzinger, pero con menos sutileza. Y dentro, verdaderamente, Dios; un Dios diáfano, que es esta vez algo por llenar, luz. Más allá del triforio, un piso. De Levante, la luz de la mañana. De poniente, la de la tarde. En medio, un yo, iluminado por un Dios intangible, escurridizo, cambiante. Un Dios luz. Quizá aquí alcanzó el gótico el máximo en concepto de deidad, utilizando la arquitectura, y curiosamente, volviendo a conceptos absolutamente paganos, al Dios sol de todos los pueblos previos a Grecia y a Roma, el Dios sol del otro lado de Finisterre.
 Intento salir de León, ya solo, preguntándome si conseguiré mantenerme Malinowsky sin Pepe. Y lo que realmente me cuesta es salir de León. Consigo hacer una entrevista a un italiano que me fascina con su idea del silencio, a un francés que no tiene piedras que tirar, nada de lo que desprenderse, que viene caminando desde la Alsacia, ya va para tres meses, y que se llama, curiosamente, Pièrre. A dos ancianos que bordean el camino, un minero casi sordo, y una Tomasa que ya no puede andar ni desde su casa, pero que mantiene una sonrisa infinita.
 Las nubes de hoy me maravillan a media llanura, siempre amenazantes pero como dibujadas, como esculpidas. camino entre maizales por una especie de páramo, maravillándome por los pequeños girasoles aislados entre la paja cortada, como flores de otro mundo. Entrevisto a un par de gentes del lugar y llego a Hospital (después de cuarenta kilómetros, tras coger la variante que va por el monte), donde la casa parroquial es una maravilla, una casa con un patio precioso, del XVII, y donde el hospitalero tiene dos cosas que me maravillan habitualmente en este mundo: pasión e inteligencia. Le entrevisto frente a la cámara durante más de media hora, y, como un Mercurio, sus historias me atrapan, y sus propuestas, desde la iconografía de Santiago hasta las tablas de san Pedro de Fromista, hasta sus leyendas, como la de Don Suero, me embelesan. Después me voy a cenar el plato típico de Hospital; sopa de trucha; una sopa castellana sin huevo y con trucha. Un regalo gastronómico. Después, escribo un poco y me voy a dormir. Santiago está a dos pasos; algo así como doscientos cincuenta kilómetos...

jueves, 1 de septiembre de 2011

EL BURGO RANERO - LEÓN

  Llegando a León nos preguntamos si nos podríamos nombrar como los Peregrinos de última hora, y Pepe dice que sí, no está para más. Nos sentamos en una tapia baja y me pregunta ¿Pero no habrá una Policia del Camino para evitar esto? Y es que las ampollas le han creado una nueva imagen de Héroe. Desde el Burgo Ranero, esas lagunas con ranas, hasta León, hay 40 kilómetros. Pepe, antes de volverse a casa, quiso terminar a lo grande, así que lo hizo con chanclas. ¡¡Toma ya!! Por el Camino quedó la lluvia de la mañana, Ewa, la polaca, arrastrándose por el Camino hasta Reliegos, donde comimos en el bar del Tete los mejores tomates del país, mientras le hacíamos a Ewa nuestra primera entrevista en polaco. En nuestro espíritu Malinowsky, la dejamos hablar y hablar en su idioma, sin enterarnos de nada. Es nuestra segunda entrevista del día, después del murciano de esta mañana y algunas tomas del Tete, que tampoco están mal. Después, sin que varíe mucho ni el camino ni el paisaje, aparece Mansilla de las Mulas, a la que llegamos con Marisa, una mujer de Cuenca que una vez hizo el Camino con un caracol al que llamó Macaco, para el que hasta sacó credencial. Ve a los peregrinos con prisa, sin disfrute, y nos cuenta una y mil anécdotas de peleas por llegar pronto y de gestos feos. Hay otro camino, parece decir. Pero habla y habla sin dejarnos grabar hasta que en Mansilla decidimos seguir hasta León. Al salir del pueblo, sin embargo, vemos a nuestra americana que vive en Japón. Nos dice algo, pero los coches no nos dejan oír, así que me acerco, me pregunta si seguimos, y digo que no, que hemos llegado hasta allí para hacerle la entrevista, y no tarda en aceptar. Esta charla es, realmente iluminadora, y, aunque no hemos revisado el material, nos cuenta que caminar es para ella un proceso de integración, que el decidir caminar y el no conocer a nadie facilita la comunicación y crea la burbuja. Hay algo en el caminar que tiene que ver con la integración del cuerpo en todos los procesos humanos. Ella es original de Boston, pero vive en Japón precisamente por eso, nos cuenta. Es antropóloga, así que le pregunto por cómo lo ve desde sus ojos de antropóloga, y me habla del espacio entre los límites, el espacio liminal, ese espacio de máxima libertad. Es eso, dice, el Camino, es esa la verdadera oportunidad del camino, su secreto. Este encuentro con Cristat, y una conversación telefónica en argentino fingido son los dos momentos del día. En ambas brilla la inteligencia, ese bien escaso que encontramos como si de verdadero petróleo se tratara.