sábado, 21 de agosto de 2010

FUERTEVENTURA. 14 de Agosto




La ventura fuerte de Fuerteventura es el viento. Silba en la tarde un silbido de presente. Pero es también el silbido de los muertos y de los niños. Silba el viento de Fuerteventura una amenaza que enternece. Y es ese viento ventura por dos razones; porque se lleva lejos la valija del olvido, dejando sobre la superficie de la arena la pulida textura de un paso virgen, y porque trae desde lejos el sonido de lo nuevo, el estreno de la vida. Y en ese viento que se lo lleva todo y lo trae todo no quema el sol ni hiela el frío. Y es ese viento el que hace del desierto paraíso, y del día estantería. Para el amor, para la vida, para la muerte…
Si es necesario un primer apéndice de Fuerteventura lo ponemos sobre el plato: empezaré por los mejillones. En el Cotillo, en el único restaurante que alumbra nuestra noche y alumbrará los días que vendrán, “el Roque de los pescadores”, siendo catálogo, los mejillones frescos tienen el cuerpo carnoso y jugoso del pescado blanco. El mojo, la parrilla y la marinera son sólo el complemento al manjar de Dios. Pero más al fondo, recorre un mero las rocas para convertirse en regalo para los ojos y guinda jugosa para el paladar, del mismo modo que el pez rey se alimenta de otros peces para, sobre el plato, dejar una carne entre el carey y el emperador, que es como una muñeca rusa; pez de pez. Y si las olas de la mañana salpican sobre las rocas reflejos sobre las piedras, así el salpicón de marisco deja reflejos al alma, sobre sus bordes. Son estas, de momento, algunas de las venturas de Fuerteventura. Y son venturas que trae el viento.
Si es necesario un segundo apéndice, dibujaré con un lápiz las dunas del parque natural de Corralejo, y apenas me atreveré a pisar la arena. Los verdaderos regalos del mundo no van envueltos. Como Juanjo y Cris, hechos del oro del oro.

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