martes, 21 de agosto de 2012

LA CENA DE VIVEIRO. Y ORSON WELLES

  Por todo lo dicho antes, queríamos una cena en Viveiro. Queríamos desperigrinarnos a marisco. Esto pasa, y no debe ser contado. Pero el abuelo de uno es el abuelo de uno, y por fin entrábamos en esa zona maravillosamente costera de Galicia; otra Galicia. Llegamos agotados, encontramos de milagro un apartamento en el casco, y bajamos a cenar. Nos atrajo un sitio con terraza y muchedumbre, una carta con navajas, vinos blancos, zamburiñas, padrones, mejillones, percebes, y un sinfín de criaturas que no podría enumerar. Camareros atentísimos supieron recomendarnos godellos, albarinhos y ribeiros, y, a no muy tardar, teníamos sobre la mesa un pulpo cinco estrellas, unas navajas limpias y sedosas, y unos pimientos de padrón sorprendentes. Como se ve en las imágenes, nos columpiamos sobre las navajas que sólo en Galicia pueden ser verdaderas, sentimos lo crujiente del pimiento bien hecho, el sabor tierno a mar del mejillón, la consistencia del pulpo. La tarta de queso tenía además, el espíritu lucense del interior. El honor estaba hecho.
  Un gallego de pro, David de Prado, me prestó hace muchos años una película que no he podido olvidar, y que menciono constantemente; no me repito ni me plagio, renuevo mis mitos en contextos diferentes. Era el "Fake" de Welles, con ese plano de Chartres del que tanto he hablado, con esa voz en off de Welles, de la que siempre digo que está a la altura de nuestro Fernando Rey. Justo después de la escena de Chartres sale Welles, de smoking, contando una maravillosa historia de unos cuadros perdidos. Dice Orson: "En los próximos 16 minutos, todo lo que cuente será mentira" Pero la ficción es así. No se puede no creerla. Eso hice yo con lo que conté hasta aquí. La tristeza de aquella cena nos la llevamos hasta el dormir.

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