jueves, 15 de septiembre de 2011

MUXÍA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

 A las 6:45 de la mañana de hoy, en Muxía, cogí un bus en dirección a Santiago. Como si de un extraño sueño se tratara, he viajado totalmente dormido hasta la capital compostelana. El autobús, ese invento rueda, por no decir motor, ha roto el encanto. O no, nunca se puede saber. Ayer, por la noche, en el Santuario de Muxía, después de escribir mi última crónica y recoger mi tercer diploma (por el cuál se me libera de mis pecados y creo que se me da bola para cometer nuevos sin recargo por el resto de la eternidad) cené una ensalada templada con vieiras y pulpo flambeado, antes de que me vinieran a recoger en un Mercedes (toma ya, qué cambio)  para llevarme a mi última entrevista de ayer, en una casa rural de los alrededores de Muxía, en casa de un periodista del Correo Gallego que es experto en temas de peregrinaje. Pertenece a la sociedad gallega de amigos del Camino, tiene una casa rural perteneciente a una cosa llamada Bono Jacobeo, y conoce bien los entresijos y muchas de las leyendas de esta criatura vica que va de los confines del mundo hasta este campo de Estrellas. Su mujer y él son un tándem perfecto. Y así es como el documentalismo te abre las puertas de la casa del prójimo. A la pregunta de cuál es la leyenda favorita de ella, contestó que la de la Virgen de la Barca. Estaba Santiago Apóstol seguro de que su predicación no daba resultado, quizá sentado como estábamos ayer, en la piedra que da al mar, viendo la puesta de sol, cuando se le apareció la virgen de la barca: una mujer venida en barca de piedra que le dijo que ya estaba bien, que su predicación había llegado a su fin y que daría sus frutos con el tiempo. Así fue como Santiago volvió a casa, y cómo, muchos años después, pero muchos, su predicación hizo aparecer esta ruta Jacobea. Realmente es un modelo a seguir, especialmente en lo político y en lo social. Es posible que los frutos del 15 M no se vean hasta muy entrados los tiempos, pero llegarán. Recuerdo el día en que Daniel Jiménez me dijo que la igualdad de género se alcanzaría en unos quinientos años. Qué realismo. Hay prisa, en este mundo. He tardado un mes en un trayecto en el que normalmente se tarda diez horas en coche. Creo que ese es el ritmo real de la criatura humana. La entrevista siguió con orujo, y más y más leyendas, intentando encontrar alguna de las claves que hacen entenderse a los hombres. ¿Es el camino en sí una leyenda? ¿Necesitan los humanos de dicha leyenda para entenderse?, ¿acaso son incapaces de hacerlo en un marco de menos ficción? Es posible que sí, que sea una necesidad. En todo caso, qué más da: hay una posibilidad. Dicen que los peregrinos originales venían en busca de la última luz, la que chocaba con el verdadero Finisterre, que era en realidad el Cabo Touriñán, el verdaderamente más al Oeste de los Cabos. Finisterre fue Finisterre por un error romano, pero nos dejaron muchas otras cosas. El Mercurio romano puede que tenga una base etimológica similar a las Mouras que pueblan los caminos gallegos, que junto a los Mouros, son “palabras vivientes”; las que esconden los secretos del mundo, las que lo vivifican. Hay algo en esta Galicia que bebe de la tradición florentina del Anima Mundi; no dejan de nombrar las cosas, los terruños, los cruces, los cabos, los cielos. En Galicia hay vida por cada uno de los rincones. Y en cada Cruceiro una batalla. Dicen que estas criaturas no indican el rumbo, sino que ayudan en la batalla con el Demonio. Cada cruce es una batalla. El Camino de Santiago está lleno de cruces. De St Jean hasta Muxía hay novecientos cincuenta kilómetros llenos de cruces en los que el mal libra una batalla con el bien. Me pregunto si en todos vencerá siempre el bien, y no lo creo, realmente. Pero la aventura merece. Salí de aquella linda casa con un libro de leyendas bajo el brazo. Ser documentalista es querer ser documentalista, sin más. Y cuando uno lo cree, todo viene rodado; todos lo creen. Eso es la Fé. Supongo que es como en cualquier otra cosa. Hoy, ya en Santiago, entrevistaré a los que llegan. Es curioso cómo suceden las cosas. A la casa del periodista llegué de milagro. Ayer, después de ir cayendo y cayendo a cada una de las maravillosas playas, saliéndome del camino, estaba tratando de encontrar el camino de vuelta, pregunté a una mujer; pero era peliagudo, así que me llevó a una de las marcas. Aprovechó para preguntarme que por qué hacía el camino, le dije lo del Documental, llamó al periodista, le puso en contacto conmigo, y así se formó el percal. Del mismo modo, esta mañana, al llegar a Santiago, volví a encontrar a los eslovacos que un día entrevisté camino de Astorga, inmensamente sonrientes, y, en un ratito, iré a la plaza a buscar a los llegadores de mi tramo. De seguro, entrevistaré a Andrea.

1 comentario:

  1. Joé ¡¡¡¡ esta jornada no ha sido el final, ha sido la APOTEOSIS, como mola ¡¡¡¡

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