lunes, 14 de junio de 2010

ESPONJAS RODANTES

En la época de estudiante de letras, tanto en el instituto como en las ciencias trovadorescas de los estudios literarios, atravesábamos siempre ese espacio sagrado para el castellano; los precedentes del Cantar del Cid. Dicho precedente era siempre Roldán, bajo cuyos efectos nos columpiábamos, más allá de Roncesvalles, bajando hacia Valcarlos, esperando la llegada de Carlomagno mientras nuestros pasos nos encaminaban hacia Santiago. Pero lo importante era que aquellos cantares , en la época de Roldán, se cantaban en unas regiones francesas que practicaban dos lenguas; una de ellas era la Langue d’Oc, claro, la lengua de esta Occitania. Era el tiempo en el que el laicismo (oh, dioses, esa maravilla) iba cediendo paso al agua bendita. Agua bendita. No hace falta reflexionar con el máximo de nuestra inteligencia para saber de dónde vienen los adjetivos del agua. Sabemos, “más que de sobra”, que Adán y Eva fueron posibles gracias a ese Edén que no era sino una fuente del nacimiento de esa Mesopotamia, que, aún sonando extraño, no significa más que “entre dos ríos”. De esa fuente de agua no sólo vino el Edén, sino el hombre. No es menos cierto que en la sequedad del Oriente próximo, sólo las cuencas del Nilo fueron capaces de dar algo que no fuera una crudeza inmensa, una inmensa muerte: Egipto. Incluso José bajó a Egipto, cuando las cosas en Canaán ya eran imposibles, y allí se encontró el agua, se encontró a sus hermanos. Fue Dios, sin duda, el que dejó caer aquel diluvio que recondujo a los hombres, ya que fruto del enfado ante la pobreza moral de los humanos cayó el agua, para darles, o al menos era esa la intención de Dios, una guía espiritual, como una gracia. El agua está asociada a la divinidad en el mismo grado que a la vida y a la pureza. Es condición necesaria para el cultivo, y su ausencia es incompatible con la vida. Ocupa más del sesenta por ciento de nuestro cuerpo, y es el nuevo Anatema de Yahvé, que priva a los descendientes de los filisteos, a Gaza mayormente, de ese bien supremo con el cuál lo somete, como si fueran una Sodoma y Gomorra moderna. Pero el agua fue aún más. Rondaba el siglo XIII cuando los monjes irlandeses (vale, vale, escoceses) crearon esa Aqua Vitae que lo curaba todo, y que los Gaelios tradujeron como Uisge Beata, un destilado de propiedades mágicas que lo curaba todo, y aún lo hace; esa maravilla que ahora llamamos whisky. Si hacemos el esfuerzo, cualquier adjetivo negativo deviene necesariamente oxímoron aplicado al agua. Y si bien mi hilo narrativo parece anárquico, en una mezcla de historiagrafismo, ateísmo, y loas, hoy, en esta Occitania, sosegado en el pueblo de Bagnères de Luchon, me pregunto por todas estas propiedades bajo uno de los grandes aguaceros de nuestra vida, que nos arremetió nada más salir de Viehla, nos empapó hasta Bossòst, y, tras un leve descanso, hizo de nosotros esponjas rodantes en los últimos kilómetros, hacia este Bagnères de Luchon. Nunca he visto al Tato tan descompuesto, y en este juego de analogías bíblicas bien parecía un Sansón sin pelo. Era un hombre sin fuerza, un ser alicaído, despojado de alegría. No parecía reconocerse en aquel aguacero ni la vida, ni la divinidad, ni la pureza. Si bien el agua lo embellece todo, la humedad lo debilita todo. Es, como siempre, una cuestión de grado, la mediocritas aurea horaciana.
En cuanto a nosotros, la relatividad del hecho, el conflicto con la aceptación de las más profundas virtudes del agua deseada, nos hizo haber podido gritar Agua puta, nos empañó las gafas, nos negó las vistas, hizo peligroso el sendero, haciendo a nuestros huesos acariciar con cariño las ortigas, atacó nuestras gargantas y nos dejó helados, uniendo la otrora rica brisa de los descensos al agua. Por suerte, con mi traje de espantapájaros; chubasquero doble, capa, guetres, guantes de repuesto, etc… yo me salvé. Pero en las bajadas, ante la imposibilidad, la ceguera y el frío, me invadía la risa, una risa descontrolada… unos minutos después la suerte ya estaba echada, Tato decidió que al día siguiente iría en taxi, y, aunque no dijo “pasara lo que pasara”, todos le seguiríamos, pero eso ya es otra historia.

1 comentario:

  1. Cago en tó, harpo, ya has vuelto a las andadas...metete en el microondas a ver si te calientas y escribes más....

    Venga vale, me ha molao..

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