miércoles, 16 de junio de 2010

BUCLES Y GARRAPATAS


Y Tato dijo: “no estamos en el track, es que si seguimos por aquí se nos va a hacer muy corto”. Era pronto y a las cuatro y media jugaba España su primer partido del mundial. No había de qué preocuparse. Acabábamos de subir rampas de pendientes prohibidas, y aún no llovía. No había de qué preocuparse. Así que volvimos sobre nuestras trazas, durante kilómetros. La organización había dicho que había un camino por el que no se podía ir, pero el “ya lo hablaremos” se desvaneció en los alcoholes de la tarde, y, cuando por fin cogimos “el track”, aquel era ese “por el que no se podía”: saltamos árboles, atravesamos bosques, nos arrastramos por el barrizal, todo con la bici a cuestas, organizando cadenas para poder atravesar los desprecios de la naturaleza. Más de cinco horas después volvimos a dónde estábamos en el track inicial, tras las mejores trialeras resbaladizas de nuestra vida: el riachuelillo, el pedregal (“no sé cómo hemos podido bajar por ahí, se debe bajar mejor en bici que andando”), el pedregal deslizante. Gozamos como niños, hasta que la lluvia fuerte volvió. Yo salí a la lluvia, solo, dispuesto a seguir el track. No me enteré de que los demás irían por la carretera. Llegué temblando de hipoglucemia. España había perdido y yo apuraba cafés y galletas, intentando volver en mi. Pero el bucle tenía un truco, ahora lo veo: estaba lleno de garrapatas. En la ducha vi la primera, por la noche descubrí la segunda. Apelé a los viejos remedios y me equivoqué. Lo que queda de crónica lo convertiré en un tratado contra las garrapatas. Son arañas, no insectos. Vaya eso por delante. Se enroscan en la piel y te chupan la sangre, pero tienen otras armas; destilan un veneno cuando se ven atacadas, y pueden transmitir, en estos lares, una enfermedad que si no se trata puede llegar a ser letal: la enfermedad de Lyme. ¿Qué hay que hacer, pues? Lo mejor es saber lo que no hay que hacer: no echar alcohol sobre la garrapata, pues suelta su veneno. Hay que, simplemente, rociarla de aceite, y desenroscarla con uns pinzas en la dirección contraria a las agujas del reloj. De esa forma sale bien, sin esfuerzo. Después hay que hacerle un crematorio o guardarla a buen recaudo para el examen médico, en caso de que, tres semanas después del picotazo, uno contraiga la enfermedad. Lo importante es observar en las siguientes tres semanas, que no salgan ronchas rojas en el lugar del picotazo, ni que aparezcan debilidades, nauseas, dolores de cabeza o etc… Si no se trata puede dejarnos muy malitos, neurológicamente hablando. Pero como siempre lo mejor es llevar prevenir: pantalones largos, ropa clara, o crema antibichos. Evitar el protagonismo a las garrapatas, que para chupar la sangre ya hay humanos suficientes…
Después de despojarnos de ellas, ni el Lillo ("hoy si que me he cabreado") se acuerda del bucle. Y es que estos bichos te funden la memoria, si las dejas.

2 comentarios:

  1. ¡Lluvia, Bucles y garrapatas, para que queremos más!

    Y vamos camino del cuarto día que no sabemos que nos deparará con este literato del pasado y presente, dará luz al futuro?

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  2. Aqui si, aquí si, esta a la primera mucha más clara, más concisa, asi debe ser...

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