En el mar, un dragón parece salir del agua; es un dragón bueno, que lleva en sí el germen del porvenir que se labra cuando uno sale muy de mañana a pesar de la lluvia. Durante kilómetros transitamos estos acantilados hasta llegar a la Playa de Espasante, donde Getse descubre los extraños dibujos que el mar dibuja en la arena. Pienso en Juanjo y en su dibujo sobre el grafito, y veo el inmenso valor de su Arte. Capaz de hacer aquello que la naturaleza realiza sin esfuerzo: reproducir los trazos de lo natural. La pregunta sobre el Arte lo sacude todo.¿Existe la originalidad? ¿el genio? ¿Merece la pena tanto trabajo para llegar a los sencillos trazos del mar sobre la arena? Ese poder supremo capaz de dibujar y esculpir con incomparablemente más precisón que los humanos, se nos aparece. Esta foto es mi homenaje a Juanjo Molero, que hace estas cosas en su astillero de un cuarto piso de una ciudad. Que hace milagros desde la nada.
Salimos de Espasante con espíritu, aunque nos abruma la carretera. Desde Ortigueira aún nos quedan veinte kilómetros para O Carinho. Son las cinco y media. Se avecina el cansancio. Pensamos en quedarnos, pero no nos llama Ortigueira. En la duda, pedimos una Coca Cola. En el vaso que me pone la camarera dice "Keep walking".
En el de Getse no dice nada. Dos opciones: o anular las voces del mundo, o tratar de vivir las escenas en las que parece existir un demiurgo, una voz, un algo que habla, que nos habla. En parte, eso es la literatura. Desde el puerto de Ortigueira, una nueva ría hasta O Carinho, un inmenso rodeo. Decido seguir, y acordándome de Alfonso Vizán, decido no seguir la carretera. "No basta con llegar, lo importante es cómo llegar". Así que hago el rodeo de los rodeos por aldeas, por verde, por monte, para llegar a O Carinho casi a la once de la noche, con las piernas casi rotas. Había algo que hablaba, había algo que había que escuchar. Del mensaje, un día, quizá, sabré algo.
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