Este hombre,por ejemplo, parece sorprenderse de mi presencia, quizá me mira como a un extraño mientras disfruta de un día de sol en la Playa de Gijón, flanqueado por una inmensidad de gente, una planta industrial, cuarenta grados, el calor emergente del asfalto y la placidez de su mujer, ajena a todo lo que pueda suceder.
asomándose a playas increíbles, como flotando por el monte, hasta llegar a Tapia, donde sólo hay un loco del que enseguida nos salva Carla, que nos lleva al Albergue. Allí dejamos las cosas y nos vamos a pasear el hambre, matándolo con una pizza en pan de leña que venden en una Feria medieval en la que también está Carla, pintando caras.
En el puerto bailan bailes populares, y una señora lo observa ensimismada desde la ventana. El calor es insoportable.
Después, el puerto
Y, luego, como una retahíla maravillosa, la playa inmensa, infinita, a punto de ponerse el sol, la puesta, y después Carla pintándonos las caras, la sidra, las navajas, el chorizo a la sidra, el pulpo encebollado y una nochede concierto Folk, bailando sin parar hasta las tres en el alto frente a la Playa, para luego dormir en la tiendecita, sólo hasta que los primeros peregrinos deciden que ya es hora, y empiezan a agitar sus vidas...
¡¡ AY PABLIÑO ¡¡ que envidia.. quien pudiera cenar pulpo encebollado, quien pudiera trasnochar por algo que no sea el calor insoportable de los madriles, quien pudiera madrugar por el gusto de ver amanecer o de vaguear porque si, quien pudiera volver a ser un vagabundo. Que los disfruteis. Besiños. Pepe
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