sábado, 18 de agosto de 2012

DE TAPIA DE CASARIEGO HASTA LA PLAYA DELOS XUNCOS

 Desde Tapia caminamos animosos hacia Ribadeo, con un calor de mil demonios. Vamos casi por la costa siguiendo las indicaciones de una Tapiera, hasta llegar a Castropol. Allí, un Triatlon está punto de ser. Pineso en Migueliño que ya hace Ironmans en 10 horas 30, y decidimos quedarnos a ver la salida. Un inmenso chapoteo en la playa y aquellos tiburones al mar. Qué envidia. De repente lo daría todo por estar allí. Pero tras la transición a la bici volvemos a nuestro ahora absurdo ritmo bajo el calor. Pasamos el vertiginoso Puente de los Santos sobre la ría pensando en cómo se articulan mundos tan distintos. Pasar del mundo del Camino de Santiago al mundo del Triatlón. Un shock. De friki a friki. Y volver, siendo consciente de lo absurdo de todos los mundos. En el desierto de inmensa nada que hay tras pasar la ría, pregunto a unos franceses si saben dónde encontrar un lugar donde tomar un refresco. La pregunta es, en parte, una trampa. Han tenido una avería, van con sus furgos repletas de vida, y no tardan en sacarnos una tónica, una Coca Cola, y unas latas de atún, además de una inmensamente fría botella de agua, que bebemos gozosos. Después, la costa, de una belleza imponente, ante la cuál lo mejor que puedo hacer es callar. Pero sobre todo me invade una sensación, provocada por la salida del trayecto de las flechas amarillas. ¿Es libertad? ¿o es desprotección? Esas flechas te obligan, pero a la vez te llevan, te acunan. Sin ellas el mundo es tuyo, todas las direcciones son posibles, pero pierdes la historia que las soporta, la familiaridad de los que siguen su rumbo, y pierdes también el hogar, la casa, la cuna, casi el idioma. Si pusiéramos en un hilo fino ambas cosas en los extremos, habría que hacer equilibrios por él para encontrar el punto justo, ese lugar imposible que sólo encuentra la literatura.
  Después, sólo una costa innombrable llena de calas en donde los cuerpos desnudos se pierden entre las piedras, donde uno querría quedarse siempre, hasta que llegamos a la Playa de los Xuncos, y entre esas inmensas piedras nos bañamos, antes de poner la tienda a descansar lo suficientemente alejada del acantilado para no empaparnos, y, agotados, dormir de verdad.

1 comentario:

  1. JODIDA FLECHA, droga dura, te pincha y ya estas enganchado. Pablito,aqui me tienes pasando el mono, con tus cronicas como metadona ¡¡ abrazos

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