Estoy leyendo a Gombrich entre las curvas del puerto del Pontón, un poquito más allá de Riaño, aunque también desde un poco antes, desde Sahagún, quizá. Y le oigo decir que el Arte con mayúsculas no existe, que todo es convención, que para el artista todo es una cuestión de acierto, que los espacios del Arte no son ni tan cerrados ni tan estrechos, que... y entonces el busero se dirige a nosotros: "va a ser duro, hay muchas curvas, pero no es el Infierno; las palabras malsonantes a la basura". Lo dice con un delicioso talante. Me digo: "eso es Arte". Lo digo yo como si lo dijera Gombrich, sin querer con eso fingirme él. De repente, cuando la serie de curvas es ya infinita, dice:"después del túnel las vistas más bonitas". Hacerse querer, divertirse con lo suyo, vincular al otro con lo de uno. El Arte. Definido por mi como "amor por el busero propio".
En Llanes, actualizado por el gris asturiano, decidimos enfilar directamente por el Camino de la costa, saliéndonos directamente del Camino real. Pegados al mar, en el tramo que va de Llanes a Celorio, calas salvajes que invitan a quedarse.
Ante la primera duda, seguir. Después, sólo gentes y gentes en Celorio y en las playas siguientes, en Barro. Sólo grandes aparcamientos, tráfico, exceso. Bajamos a la playa a tomar sandía y un pequeño descanso, y allí están Alberto Calatayud y Javier Mayor. ¡¡Santo Dios, ya empieza el Camino con sus trucos!! Después de las primeras aguas en los pies recientes, nos vamos en busca de camping, sin mucha fé. Encontramos un huequito en el segundo, en Sorrao, más por picardía que por sitio, y nos vamos a la playa de Troenzo a pasear la última luz de un día largo. Al final de la playa un chiringuito; dentro, sardinas de ensueño y sidra a raudales. Volvemos medio borrachos por la arena, dispuestos a una noche de esas del Camino, con dolor de espalda, poco sueño, frío y calor al tiempo, brazos que se duermen, caderas que se clavan en las piedras dañándolas, y un deseo infinito de salir a caminar, muy de mañana. Otra de esas cosas que da el Camino. Esas noches.
Al ir a acostarme me pregunto por las imágenes. Y me quedo con esta que tomé en Méndez Álvaro muy de mañana. "Viajar", el gran mito primero convertido en algo tan individual como el respirar. Estas dos mujeres, a punto de coger un bus hacia alguna parte, sin pasión, agotadas, sin deseo y con lo puesto, viajan por tan infinitamente diferentes razones a las nuestras, que en cada detalle de esta imagen se podría interpretar, casi, su mundo entero.
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