viernes, 19 de agosto de 2011

LIZARRA-LOS ARCOS

 La teoría de la relatividad es algo extraño. Cuando a las 6:43 de la mañana iniciaba mis pasos de esta nueva etapa pensé que ya era demasiado tarde. En Madrid a estas horas las calles rara vez están preparadas para ser pisadas, aún renqueantes de soñadores y adoradores del elixir de Baco. Pero aquí, en esta última parte de este Agosto, ya es tarde. La luz apunta maneras y aquellas leves nubes rosadas que el día anterior fueron designadas por Ángel como "lluvia de media tarde", no aparecían por ningún lado. Así que enseguida el día apareció por completo y con él el calor de la mañana, como una avería potencial de nuestros pasos. Pasos entre amarillos que ya indican meseta y que son delirio para el que aprecia los espacios amplios, las masas únicas y una leve ondulación en la línea del horizonte, un deleite para el que ve en el ocre de las hojas secas algo bello y en el movimiento del saltamontes los gestos del guepardo de la tierra seca. Al final; Los Arcos, con fiestas populares. Para nuestro alemán que va recuperando sus resacas, poco vuelo en la fiesta, para los niños, diversión con las novillas, y para este que escribe, nada como la saeta a la virgen de las angustias cantada por una peregrina a la que el calor fundió sus fuerzas, y desde el medio de aquella meseta, cantó con sentimiento a su virgencita, para solicitarle esas últimas fuerzas que le llevarían a Los Arcos. En el Albergue "casa de Austria", una torre de Babel de italianos, berlineses y californianos. Santiago a 640 kilómetros.

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