sábado, 17 de agosto de 2013

El demonio de la Peña Oroel. Historia de una inxorcisación.

  No hay que dejarse engañar: en estos valles es fácil perderse por la numerología, dejarse llevar por la atracción deportiva de "los tresmiles", o por la más prudente de los dos miles altos. Por los grandes nombres y los grandes números, en fin. Pero hay una belleza frágil en lo pequeño, allí donde habitan los dragones medievales (el demonio), los tesoros del XX, y los fuegos que son señales divinas de ese “ser” sagrado que es reconquistar al “Otro”. Todas estas magias confluyen en esa pequeña Peña de 1770 metros que domina, protege, e ilumina Jaca: la Peña Oroel. Como no todos somos de cosas divinas, arriba, en la Cruz, algunos cuelgan la bandera republicana (lindo matrimonio el de la Cruz y la República), otros llevan de paseo a los niños, otros coquetean con sus kilos de más, y los más bestias convierten la Peña en reto deportivo. Todos los años, en la segunda semana de Agosto, se celebra la subida a la Peña Oroel. Nosotros, que ahora somos de picos, las peñas nos sirven para el Trail running, ese invento nuevo que como todos los inventos nuevos, lleva toda la vida en el devenir del mundo. Desde el Parador sube una pequeña senda protegida por el bosque, en su mayoría de pino, dominado por las raíces y las piedras. Formas alucinantes, como animales, mágicas, vivas, dibujan esas raíces en el curso de la senda. La subida es tolerable, y divertida, con unas zetas infinitas (creo que treinta y dos). Apto para el trail running. Arriba, se puede acceder a la Cruz y al pico por la cuerda, por una senda divertidísima y estrecha entre un arbusto que pudiera ser Boj, hasta que la desnudez de la altura lo convierte en piedra. Desde arriba, Jaca y todo el valle que lleva a Francia por Canfranc. Y ahora, justo en ese momento, empieza la fiesta. Si bajamos por el sendero de abajo, la senda es rapídisma, muy estrecha pero muy fácil, y va serpenteando hasta el cruce que nos lleva hacia la Ermita de la cueva. La bajada es vertiginosa, con piedras, curvas rápidas, zonas de bosque y algunos desniveles importantes. ¡¡Una trialera para gozar!! Abajo, la peligrosa Ermita de la cueva, cuyo techo natural se va desprendiendo. No merece la pena arriesgarse por una virgen, nos decimos. Volvemos arriba e iniciamos el siguiente descenso, por el lugar de subida. Está húmedo, claro, por la tormenta de ayer, y va por el bosque con esas amenazantes piedras y raíces resbaladizas. Pero nos tiramos como dos locos por la trialera abajo, con apenas tiempo para girar en las zetas, calculando el lugar donde irá el pie, “soñando su suerte”, como dirían Gema y Pavel. Llegamos abajo con el demonio metido en el cuerpo. Estos sitios tienen algo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario