El tamaño de
las cosas de este mundo es a todas luces relativo. La imaginación colectiva ha
dado muestras de ello en ejemplos como Los viajes de Gulliver, o las esculturas
de L.Bourgois y J.Plensa, por citar sólo un par de ejemplos. Pero donde
verdaderamente el tamaño relativo de las cosas se expresa, es en “los
invisibles”. Claro que estoy
hablando de una metáfora transferida de la Teoría de Einstein. Mi imaginación
literaria me permite con frecuencia imaginar, al observar las muestras de
júbilo que corredores aficionados muestran en las llegadas de carreras
populares sencillas, que detrás de cada corredor que cruza la meta hay una
historia personal que engrandece su gesta hasta un tamaño que los primeros ni
siquiera podrían imaginar. En este mundo, como en el extraño Homúnculo de
Penfield, el orden numérico no coincide con el tamaño de los logros, con el
tamaño verdadero de las cosas. Si este vicio de un determinado tipo de
pensamiento fuese extirpado, el mundo sería mucho más rico, infinitamente más
entusiasta. Y la extrañeza que ahora nos provocaría no lo sería si nos
hubiésemos acostumbrado a mirarlo todo con ojos ajenos a lo numérico; a lo
categórico. Y si vengo contando esto fue porque el Domingo 30 de Junio al
mediodía me subí al cajón del podio para celebrar mi tercer puesto en el Cross
nocturno de Navacerrada en categoría veteranos (a la que ya pertenezco, más por
DNI que por espíritu) que habíamos corrido el viernes por la noche. Y si este
tercer puesto es un logro en el mundo de los números, se convierte en algo
monumental si va acompañado, no sólo del disfrute del recorrido (en realidad mi
primer Trail verdadero) sino de la presencia en la carrera de Miguelito
Chispas, que inauguró este blog aquel día de la Pedriza subiendo a la Nava, y
que se perdió delante en la oscuridad en los primeros kilómetros de este
pequeño Trail, hasta que lo recuperé, como una sombra, en la subida infernal al
Majespino. Coronando arriba como hermanos de sangre, conseguí bajar milímetros
más rápido que él; un Ironman de largo recorrido. Tuve fé y suerte. Y entrar
delante de él fue un acto de admiración por mi parte, más que un deseo, más que
una victoria. Gracias, Miguelito.
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