jueves, 20 de diciembre de 2012

EL ELIXIR DE LA ETERNA JUVENTUD

 No me canso de insistir en mi fortuna; la de desayunar de vez en vez con Javier Ibañez. A veces, cuando las cosas parecen ya conocidas, te sorprenden rincones desconocidos. Es como viajar, recuperar la mirada del niño en las cosas cotidianas. ¡Hoy me reveló el secreto de la eterna juventud! “En la intensidad incorruptible de la mirada sobre todas las cosas, me atrevería a decir que está el elixir de la eterna juventud”. Cuánta verdad. No me canso de decirle a los pacientes que el cuerpo está hecho para moverse, que nuestro cuerpo está hecho para la edad de piedra, para cazar, buscar comida y huir. Pero Javier añadió algo más; la superviviencia es esfuerzo, y ese esfuerzo es el que obliga a la intensidad en la mirada.
 Esa intensidad, en nuestra sociedad “del bienestar”, levanta suspicacias, hilaridad, desprecios, rechazos, y, en cierta medida, también pasiones. “Pero me atrevo a decir”, decía Javier “que esconde una verdad humana”. El movimiento, el viaje como metáfora primera de Uliseses y Eneases, puede ser como la mirada del maestro de Stanislawsky, inmóvil en el exterior, pero infinitamente intensa en el interior. Viajar, moverse, está, a veces, en el misterio silencioso y quieto del pensamiento o de la emoción. Hace unos días hice este boceto que aquí reproduzco. Un paso, una dirección, necesitan la pausa que los dirija. En la mirada y en la postura del modelo me parece ver deambular a Ulises.

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