sábado, 4 de junio de 2011

ISLA DE MALTA

Malta y David Feteni (00356 9333446), un loco egocéntrico, viejo militar y trabajador de gomas, nos dieron una enorme lección cuando ya el Ferry atravesaba el pequeño estrecho de Gozo a Malta. En medio, la isla de Comino ocultaba un gran secreto; a saber, que en aquella lengua de mar, en aquella boca de tierra paraíso del acantilado y la roca, presidido por aquel viejo hospital que nunca llegó a usarse, se ocultaban los Piratas. Incapaces de avistarles ni desde Gozo ni desde Malta, los Piratas, que sobrevivieron hasta finales del XIX, tenían siempre botín. La belleza del paisaje ocultaba la maravilla de la narración, los pequeños secretos que el espacio retiene para siempre, dotándoles de mucho más que lo que simplemente se ve. Y asomados a la proa, el sombrero recio y puntiagudo del señor Feteni, acompañaba con su rictus de autosuficiencia lo que pudimos haber encontrado en Malta. Desde la etimología, Feteni hizo el gran retrato del país: Malta significa Bolardo, y así era como los Fenicios bautizaron a esta pequeña isla. Bolardo para el ancla de su extraordinaria navegación, copiada y sometida al fin por Roma. Y es que, según nos contó Feteni, Malta fue bolardo y salida para numerosas expediciones a América, descubierta por agua y desde Europa veintitrés siglos antes que Colón, en la época del Vellocino de Oro. Atravesando Blue Lagoon pudimos imaginarlo todo, y ese territorio todo el rato intermedio se llenaba con las maravillas de la narración, como aquel día que, sentado en el ya hoy triste Troya, pude imaginar la mirada de Héctor sobre un Aquiles que se aproximaba, presa de la ira. Y desde aquel Ferry, atravesando el estrecho supimos de las resistencias de Malta al turco, en lo que los malteses llaman aún “gran asedio”, la derrota de ese turco de 35000 unidades ante los 8000 malteses, y luego la victoria ante la Francia napoleónica, como un anticipo de nuestro dos de Mayo. Así pasábamos, atravesando más que un espacio un cuento, aún llenos del paso por los acantilados (en donde sucedió la mágica historia de la piedra dragón ) y los vientos de Xlendi, por los laberintos que nos condujeron a la puerta azul y a la Rock Bay.


Y entonces vimos el arrecife contra el que el barco de San Pablo hizo aguas. Y nos imaginamos la cueva y la serpiente que le picó: “no la maten”, dijo, “no me hará nada, Dios está conmigo” Pero más que Dios fue la suerte, porque en Malta, nos dijo Feteni, no hay serpientes venenosas. Todo intermedio, como Valetta, la ciudad de los caballeros de la orden de San Juan, los que dan forma a la estrella de ocho puntas por las ocho nacionalidad de los caballeros. Valetta intermedia entre las tres ciudades; Victoriosa, Valetta, o otra de la que olvidé el nombre. Valetta que esconde una cocina a medio camino entre Italia, lo árabe, y lo mediterráneo, sin alcanzar nunca le grado máximo, pero acompañándose siempre del mejor pan y del mejor vino; el mejor tinto de uva propia. Dicen que entre las islas, las sirenas encandilaban a los marineros, dicen que esa flota de autobuses ingleses (anteriores a 1964), que en parte recuerdan a las vivencias cubanas, desaparecerán en Julio


, dicen que Malta un día dejará de ser conservador, si supera la inmensa deuda que contrajo en los últimos veinte años. Austero y civilizado es Malta, capaz de invitar desde el perdón a un piloto aliado que en la segunda guerra mundial destruyó una iglesia desde el cielo, para que estuviese presente en la celebración de la nueva. Un terreno nuevo y virgen para una imaginación perezosa. Malta.

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