Fernando de Rojas, el judío converso que apareció en el acróstico de la Celestina, y que nos mantuvo en vilo en nuestra primera lectura de esta, con las andanzas de Calixto y Melibea, nació en 1470 en una villa toledana llamada la Puebla de Montalbán, a unos treinta kilómetros de la gran Toledo. Por andanzas deportivas del destino (más que por argucias celestinescas); a saber, la noche del sábado 23 de Octubre Miguel Chispas y yo nos las vimos con nuestro primer Duatlón nocturno (http://www.youtube.com/watch?v=w01Q1eDHqSw) en un pequeño pueblito, cercano a Toledo, llamado Burguillos de Toledo, llegamos a la Puebla de Montalbán. Como la región toledana es de rica gastronomía y de gratos recuerdos literarios, elegimos una casa rural del siglo XVII, llamada Fernando de Rojas (como no podía ser de otra manera), con un patio maravilloso y una terraza de ensueño en la que por la mañana, bajo el aún soleado Octubre, volví a leer a Mercedes Roffé y a sus “Linternas flotantes”. Un patio es espacio sereno para la lectura compartida. Si a alguien le apetece visitar la casa, desde el patio hasta la terraza, que me siga (http://www.youtube.com/watch?v=1yUycvUajGI ). Aprovechando la estancia, elegimos el Restaurante Legazpi (925750032); un comedor popular, muy barato, para probar algunas de las especialidades de la región: en primer lugar el arroz con liebre, un plato exquisito en el que el arroz, caldoso y en su punto, coge el sabor fuerte de la caza, y en el que el buen cocinar respeta el sabor propio dejándolo bajo de sal, para que cada uno ajuste su punto. La paella es generosa, y donde comen dos podrían comer cuatro. La liebre tiene el sabor de la liebre. De carne más dura que el conejo, no queda en todo caso seca por cocinada en exceso, y conserva el sabor de la caza.
La ensalada lleva olivas amargas, seguramente terminadas por ellos, porque la región es rica en aceitunos. La morcilla de cebolla, casera, es exquisita, ni está grasienta ni esconde el sabor. Es equilibrada, jugosa, y crujiente en el exterior.
Para repetir en Domingo, sin duda, en que probamos además la otra especialidad del Legazpi; el conejo al ajillo. De sabor fuerte, mantiene la carne blanda, y el aceite no resulta aceitoso. Una delicia. De nuevo, donde comen dos comen cuatro.
Pero antes, nos proponen una sopa de cocido, que tiene el sabor y además la ligereza, y en la cuál, este comedor popular tiene el gusto de echar los fideos cinco minutos antes, de manera que da gusto y, como dice el camarero “aunque no alimenta calienta”.
Si alguna vez alguien pasa por la Puebla de Montalbán, que no deje de disfrutar de estos manjares, ni de darse un paseo por las Barrancas (www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=355663 ), a unos tres kilómetros del pueblo, en dirección a Toledo. El entorno del embalse de Castrejón y las cárcavas rojizas de su vera, rodeadas de gran cantidad de aves que hacen su paso en invierno, son una regalo para los ojos del caminante, y, probablemente, muy probablemente, pueda ser un tesoro en los momentos en los que la luz abandona el día.
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